Alicia intentaba recordar quien le había dado la llave. Todo era confuso, las imágenes envueltas por una niebla que evocaba vagas siluetas con manchones de colores aquí y allá no ofrecían las respuestas que Alicia necesitaba en ese momento. Ahí estaba ella, parada en medio de aquel corredor silencioso que estaba lleno de puertas uniformemente distribuidas en toda su extensión, iluminadas de manera intermitente por las lámparas de neón que prendían y apagaban colgadas del techo envolviendo al lugar en una penumbra desconcertante. Las paredes enmohecidas por la pesada atmosfera cargada de humedad olían a viejo y guardado. A lo lejos Alicia alcanzaba a escuchar el eco de una fuga de agua que resonaba por todo el corredor, como una colosal caja musical, que gota a gota marcaba una disonante melodía.
En sus manos, Alicia sostenía la brillante llave dorada, extendió sus dedos y observó los delicados detalles tallados sobre el cuerpo de la misma, las finas líneas talladas que se extendían traviesas desde el soporte hasta la punta formando elaborados patrones de reminiscencias arábicas o persas, finas piedras preciosas incrustadas en las caras laterales contrastaban con el metal que las cobijaba. El rojo sanguinolento de los rubíes proveía el fondo contrastante para el verde intenso de las esmeraldas. La suavidad de los topacios se veía superada por los destellos luminosos de los diminutos diamantes que formaban una rosa de los vientos tan pequeña que podría pasar desapercibida a los ojos menos curiosos. Pero no par Alicia. Estuvo absorta con los detalles de la llave que yacía en su mano por un largo tiempo. Confundida y desorientada. Justo delante de una puerta en aquel largo corredor en penumbras.
Escuchó como el sonido de las gotas cayendo en el fondo se volvía cada vez más pausado, como si algo las estuviera parando. Luego no oyó nada. Volvió sus ojos en la dirección de la cual provenían los sonidos esperando ver algo. Nada. Sólo la oscuridad que transformaba el fondo de aquel corredor en un oscuro agujero negro. Miró la llave y después la cerradura oxidada de la puerta frente a ella. Sujetó con sus dedos la llave y lentamente extendió su mano. La punta de llave acarició la entrada de aquella cerradura. A Alicia le pareció irónico el contraste entre la exquisitez de la llave y el deterioro de lo que supuestamente cruzó por mente, abriría.
Con un movimiento firme introdujo la llave en la cerradura. La giró hacia la derecha pero la cerradura permaneció cerrada. Giró entonces a la izquierda y sintió como el mecanismo de seguro abría paso a los dientes de la llave dorada. Podía ver en su mente como uno a uno cada uno de los seguro internos se deslizaban torpemente para finalmente mover la barra que impedía abrir aquella oxidada puerta. Sintió como las ansias se apoderaban de ella. Nada se aclaraba, no sabía donde se encontraba ni como había llegado hasta ahí, aun menos la razón de porque estaba ella en esa situación.
Cuando la puerta estuvo completamente abierta, Alicia puso suavemente su mano en ella. Sintió las rugosas irregularidades del metal, se preguntó cuanto tiempo tendría aquella puerta sin abrirse, que habría detrás de sus paneles gastados y viejos, de olor rancio y desagradable.
Pero algo la saco de sus cuestionamientos. Un chirrido fuerte que provenía de la oscuridad del corredor la hizo voltear. Fue como si algo metálico se doblará rápidamente. Después oyó el agua chapoteando. Alguien…O algo, estaba ahí, oculto en las sombras, avanzando hacia ella. Alicia empujó la puerta e inmediatamente un resplandor la obligó a cerrar sus ojos. Sintió el golpe de aire fresco en todo su cuerpo. Su nariz agradecida, respiró profundamente y expiró tratando de purgar de su cuerpo el viciado aire de aquel corredor. Solo después de unos segundos reaccionó, abrió los ojos lentamente, pero el brillo del lugar lastimaba sus retinas. Una vez que sus ojos se ajustaron a la nueva intensidad luminosa vio ante ella el jardín mas hermoso que jamás vio. Detrás de ella, la puerta entreabierta y el corredor misterioso parecían lejanos. Cerró rápidamente la puerta. Aseguró el cerrojo con la llave dorada y dio media vuelta. Comenzó a caminar y sin pensarlo su mano derecha puso la llave en el bolsillo de sus pantalones azules.
El nuevo lugar embriagaba sus sentidos. Que lejano parecía aquel claustrofóbico corredor con su atmosfera enrarecida. Aquí, delante de sus ojos se extendían sin fin hectáreas de vegetación cuidadas de manera experta, y pensó en la cantidad de gente que se necesitaría para lograr la titánica tarea. Imaginó un ejército de jardineros amables y rechonchos agachados platicando con las azucenas, con las malvas y con los geranios. Acariciando sus hojas y fertilizando sus raíces para transformar un terreno ordinario en esa maravilla. Las jacarandas, cipreses, abetos y nogales se alzaban orgullosos sobre las violetas. A medida que avanzaba, Alicia rozaba las yemas de sus dedos en las hojas y pétalos que encontraba a su paso.
Después de haber estado caminando por lo que le parecieron horas. Se sintió cansada. Buscó un lugar apropiado para descansar. Un gran cedro que estaba cerca le pareció bien. Se tumbo a su sombra y cerro los ojos. El aire soplaba por entre las hojas y en su movimiento, estas se rozaban entre si emitiendo un ruido pacificador. El calor del sol, mitigado un poco por la sombra del cedro, abrazaba el cuerpo de Alicia y la invitaba a relajarse. El olor fresco del lugar embriagaba su conciencia cuando el sueño y el cansancio parecían los claros triunfadores en esta diminuta batalla.
A su mente se vinieron los recuerdos de aquel extraño corredor. Intento una vez más recordar el origen de la llave dorada sin éxito. No recordaba gran cosa de nada. No sabía donde estaba, pero definitivamente era más agradable estar en este jardín que en el corredor. La llave dorada permanecía en su bolsillo, y la sintió por encima de su pantalón, asegurándose que estaba ahí, convencida que las respuestas que buscaba y las razones de todos estos acontecimientos inauditos estaban íntimamente relacionados con aquella joya que guardaba celosamente con ella.
Sus ojos se cerraban vencidos por el cansancio. Decidió no luchar más y se entregó al sueño.
Sumida en sueños tan confusos como su realidad, Alicia sintió una ligera sacudida en su hombro izquierdo. Abrió lentamente los ojos y vio una silueta borrosa delante de ella. Sobresaltada trató de incorporarse sobre el tronco del cedro, pero fue inútil. Con la respiran agitada y sobresaltada, percibió en su nariz el olor familiar y desagradable del corredor.
La figura borrosa extendió su mano y con voz firme exigió:
Alicia, entrégame la llave. Mi llave.
jueves, 2 de abril de 2009
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