Ya está de regreso ¡Demonios! Esta vez en verdad esperaba no verle nunca más, no tener que soportar su presencia y lo que esto significa, ese ir y venir, tan feliz todo el tiempo, siempre activo, de un lado a otro, nunca en paz, viendo el mundo siempre a sus pies con sus ojos brillantes y húmedos, gritándole que está vivo en una canción emitida por su virtuosa garganta. Que fastidio es tener que aguantarle, llevar su existencia sobre mí sin remedio ni esperanza. Ojala que se vaya pronto, que algo llame su atención más allá de lo que yo pueda ver y comprender y se vaya como llego, de manera súbita e inoportuna, y que esta vez sea para siempre. Mi piel desgarrada por sus uñas no soportaría tenerle permanentemente de visita. Mi aparente apatía e inmovilidad parecen no perturbarle, sin embargo hay algo que me dice que disfruta el sentirse superior, sentirse tan libre, saber que soy en su vida algo para pisotear y que puede ser usado a su antojo vil y perverso. Puedo percibir sus malvadas intenciones cuando sin darse cuenta voltea y el brillo en sus ojos le delata. Que se vaya ya por favor. Que se vaya.
Siento al viento sacudirme. Mi repentino sobresalto provocado por la corriente parece alertarle. Voltea. Me ve con desprecio y desaparece en un parpadeo. Finalmente se ha ido, daré gracias al viento por este favor insospechado que me libró de su atormentadora presencia y ahora sólo sentiré las caricias que su brisa me proporciona.
Pero ¿Qué es eso que veo a lo lejos? ¡Oh no! ¡Viene de regreso! Vuelve, no puede ser. No ha tardado nada, no me ha dado tiempo siquiera para digerir esta breve victoria mía y saborear en los labios sus frescos sabores. Vuelve a mí. Vuelve mi verdugo. Sin embargo le noto diferente, está lejos de mí y aun así noto algo extraño en su rostro ¿Qué es? Sus labios sujetan algo con fuerza y lucha para evitar dejarle caer al suelo pero la distancia me impide ver con claridad que es ese objeto. Ya se acerca, rápidamente como hace todas sus cosas, rápidamente como cuando come, como cuando se mueve, rápidamente como grita, como vive y como morirá. Ya está cerca, ya veo los detalles de su cuerpo de aparente fragilidad, ya veo su rostro claramente definido, lleno de sus colores brillantes que llaman la atención de las nubes. Ya veo su boca. No puede ser cierto. No Dios mío. No permitas que sea cierto ¡Por favor!
Su boca es portadora de mi sentencia. Ahora se que no me libraré de él por mucho tiempo. Se que de manera estoica tendré que sobrevivir a mi realidad y aceptar mi destino resignado.
¿Qué otra cosa puedo hacer? Solo soy la rama amargada de un árbol y esta maldita ave ha decidido hacer su nido en mí.
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