Tecate es una pequeña ciudad incrustada en las montañas de Baja California. Lo primero que puede venir a la mente tras escuchar el nombre es la famosa e internacional (así es, ya es internacional de hace tiempo, no sólo Corona) marca de cerveza que lleva el mismo nombre y se destila en la localidad, llenando la plaza central y los alrededores de la cervecería de un intenso olor, que aun sin ser desagradable, termina saturando el olfato.
Intentamos visitar el jardín de la cervecería y tal vez dar un recorrido por sus instalaciones para conocer con más detalle el interesante proceso de elaboración de una de las bebidas más populares en Tijuana, Baja California y México en general. Desafortunadamente, los horarios de recorridos (y nuestra llegada tarde al mismo tiempo que nuestra falta de reservaciones) no nos fueron favorables y tuve que conformarme con tomar una foto del exterior ya que incluso el jardín se encontraba cerrado.
Tecate es un lugar relajado. Si el estrés existe en este lugar, no es perceptible en las calles. Es uno de esos lugares afortunados donde la gente aun se va a la plaza central, con su kiosco bien puesto en el centro, a disfrutar del sol de primavera para quitarse un poco el frío habitual del lugar en estas fechas.
Es también el lugar ideal para sentarse en una de las bancas del parque o de los establecimientos aledaños y consumir una nieve de “La Michoacana”, unos nachos, una soda o una cerveza (Tecate por supuesto). Y fue precisamente esto último lo que nos dispusimos a hacer.
Además de la obvia razón por la que Tecate es famoso, en la región se conoce por el buen pan que ahí se hornea. Existen varias panaderías y seguramente comparten la etiqueta, pero yo siempre he ido a la misma durante años en todas mis visitas al lugar. Se llama “El Mejor Pan de Tecate” y esta abierta las 24 horas del día, por aquello de los antojos de madrugada de una rica concha, una semita, un birote (bolillo) o un “feite con crema”. En general son amables con la clientela, y tienen el detalle de tener siempre café gratis disponible para que acompañes tu recién adquirido pan en una de las mesitas situadas en el exterior del establecimiento. Es una pena que las fotos aun no puedan transmitir olores (al estilo de aquellas calcamonías de los 80’s que se llamaban “rasca-huele”) ni sabores, porque es donde lucen. He probado mejores panes, pero al comer estos uno además consume algo de historia del lugar.
Otra cosa que hay en Tecate son rosas. Hay un invernadero pequeño justo antes de salir de la ciudad donde una amable señora de la cual desconozco su nombre (pero prometo en mi próxima visita tener la delicadeza de preguntarle) que con dedicación admirable cuida, poda y vende estas bellísimas plantas, así como geranios de colores y árboles de durazno, ciruela y pera. El lugar está salpicado de detalles antiguos, hay una carreta vieja, algo que me pareció un patín del diablo revolucionario, una fuente seca con gotas de agua de cristal y llantas de carretas que alguna vez anduvieron estos caminos cuando pocos eran los aventurados a cruzar así La Rumorosa.
“Quise cortar la flor mas tierna del rosal, pensando que de amor no me podría pinchar, y mientras me pinchaba me enseño una cosas, que una rosa es una rosa, una rosa es una rosa…”
Mecano
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