Viendo la señal de una de sus amigas, Ángela se sacudió la falda, tomó un profundo respiro y caminó hacia donde él estaba sentado. Lo vio de espaldas ordenar una copa de vino y mirar inquieto la hora en su reloj de pulsera. Las mariposas en el estómago de Ángela batían sus alas con más fuerzas. En lo que parecía la caminata más larga de su vida, sus piernas se sentían inseguras, su cabeza giraba un poco por la emoción y la adrenalina y su respiración era irregular.
Un par de metros antes de llegar a la mesa, una tormenta de preocupaciones atacó su mente. Se preguntaba si su vestido era adecuado, dudaba si era muy conservador o muy provocador, ¿Qué tal le parecería a Omar? ¿Sería de su agrado? ¿Preferiría a las mujeres de vestidos cortos y reveladores, sensuales vampiresas de labios húmedos y sugerentes? ¿O preferiría dulces y tímidas señoritas de familia acomodada? Ella no se sentía clasificada en ninguno de los estereotipos. Nerviosamente tocaba su cabello, y los pendientes de plata que adornaban sus orejas, verificando que todo estuviera en el lugar adecuado.
La verdad era que Ángela lucía espectacular esa tarde: Su vestido en fino lino rosa se amoldaba perfectamente al cuerpo que las mujeres atractivas tienen a los 27 años, discreto, cortado justo debajo de las rodillas, mostrando sus espectaculares piernas torneadas; Con un escote elegante, sus delicados hombros servían de soporte a su gracioso y esbelto cuello. Ángela era una mujer agraciada, con una sonrisa cautivadora que transmitía confianza en cuanto sus aperlados dientes se asomaban tímidamente, sus ojos cafés lejos de parecer ordinarios, resplandecían vivaces, perfectamente delineados por abundantes pestañas y todo enmarcado con un rostro hermosamente proporcionado.
Ella vio a Omar por primera vez a través de la ventana del despacho, cruzaba por la calle y le pareció bastante atractivo. Su piel trigueña y el cabello rebelde eran el conjunto ideal para los aceitunados ojos verdes, pensó que era de ascendencia Italiana. Vestía de manera informal unos jeans gastados y una camiseta con diseños sofisticados. En sus manos, un sobre Manila de color amarillo mango. Cruzo la calle al tiempo que volteaba para ambos lados y se dirigió justo hacia donde Ángelo lo observaba. Asustada, se retiró presurosa de la ventana temiendo haber sido descubierta en su pequeña misión de espionaje del reciente descubrimiento. Pasados unos segundos se asomó cautelosamente por la ventana y se sintió desilusionada cuando no le encontró ahí. Su mente voló por unos instantes, hacia esa banqueta y se sintió una bella dulcinea rodeada de amenazantes molinos siendo rescatada por el gallardo Quijote contemporáneo.
Un timbre la sacó de sus ensoñaciones. En el mostrador estaba parada la quijotesca figura de su valiente caballero.
— Buenos días. De la compañía de mensajería, es un sobre para el Lic. Torres ¿Se encuentra disponible?
Ángela no daba crédito a sus ojos. Deseaba reír, pero no quería parecer una tonta.
— El Lic. Torres está en una junta pero yo puedo recibir el sobre por él.
— Bien, por favor firmé aquí ¿Es usted su asistente?
— No, soy la encargada de recursos humanos — Respondió Ángela bajando su rostro, tratando de ocultar sus mejillas sonrojadas.
— Ya estaba envidiando al Lic. Por tener tan bella asistente — Dijo Omar de manera coqueta.
Ángela volteó a verlo y solamente sonrió.
— Y ¿Las encargadas de recursos humanos de esta compañía comen algo de vez en cuando? — Pregunto Omar sonriente
— ¿Y usted acostumbra hacer proposiciones a todas las chicas que le reciben un paquete? — Replicó Ángela
— No he hecho ninguna proposición — Contesto rápidamente Omar — Pero si la posibilidad existe… Me fascina la comida italiana. Hay un restaurante pequeño muy cerca de aquí. Delicioso.
— La Távola — Dijo Ángela sin pensarlo — excelente fettuccini.
— Pues si deseas podemos coincidir hoy mismo. Estaré ahí a las seis
— ¿Qué le hace creer que iré? Además tengo una cita con mis amigas, muy cerca esta tarde.
— No necesita responderme con un no…o un sí. Yo estaré ahí. Si llegas, será la mejor cena que haya tenido. Si no, será simplemente fettuccini…Seis en punto.
Y sin dar tiempo a Ángela de responder cualquier cosa dio la media vuelta y se marcho silbando alegremente una melodía pegajosa.
…
Ángela seguía parada a unos metros de él. Nerviosa. La primer cita en mucho tiempo. No pensó jamás que se pudiera reponer del trágico accidente automovilístico donde su prometido murió cuando ella iba al volante. No pensó que pudiera perdonarse jamás. Todos estuvieron estos años insistiendo en su inocencia, tratando de convencerla que todo fue una escabrosa jugada del destino y que ella no tuvo la culpa que el auto se parara justo cuando las luces del tráfico cambiaron y otro automovilista no tuviera la precaución de evadirlos. Ella no oía a nadie, se culpaba en todo momento, sus lágrimas se extinguieron de tanto llorar y dudo de todo. Su felicidad se evaporó y ella se sentía responsable y no merecedora de la misma. Ya habían pasado seis años. Seis largos y grises años.
Pero hoy era diferente. Algo había en Omar que la había despertado de su pesadilla. Se sacudió una vez más la falda, se acomodó el cabello, cerró los ojos, respiró hondo y siguió caminando hacia la mesa servida en aquel restaurante italiano. Tal vez esta tarde habría algo más que fettuccini delicioso.
viernes, 3 de abril de 2009
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