Siempre he soñado. Como todo el mundo. Y he tenido sueños hace muchos años que aun sigo recordando; en ocasiones desparecen por un tiempo de mi cabeza y luego hay algo, un sonido, un olor, una situación que revive el recuerdo y vuelven frescos a mi mente, con vívidos detalles de su desarrollo y de las emociones que despertaron en mi cuando ocurrieron por primera vez; hay algunos que los tuve a muy temprana edad y aun recuerdo de cuando tenía cinco años. Durante mi adolescencia las emociones en los sueños de intensificaron, tal vez el exceso de hormonas llegando a cada rincón de mi ser y los efectos que estas tenían con los cambios provocados en mi tanto física como mentalmente influyeron de gran manera para saturar con carga emotiva las ensoñaciones asombrosas de aquellas noches de secundaria y han seguido dejando huella firme hasta hoy en día que soy un adulto maduro. No sólo el erotismo hacía presencia, sino todo un mundo rico en colores, texturas, sonidos y formas se desenvolvía en mi cabeza. Las emociones siempre han sido exageradas, de manera que si hay miedo es aterrador, la alegría es inmensa, la tristeza dolorosa hasta el punto de llegar a las lágrimas y despertar abatido por ellas; la incertidumbre, desconcertante; todo cuanto pudiese, o pueda, sentir se amplifica en la lente maravillosa de mi cabeza.
La oniromancia explica el significado de los sueños. Yo tomo una ruta más Freudiana respecto a estos, aunque sin relacionarlos directamente al sexo, comparto la opinión que el inconsciente prevalece durante estos periodos de reposo y afecta la manera en la que el consciente actúa. “El Yo no es el amo y señor de su casa” dijo Freud en su tiempo, acusando a los deseos reprimidos como el combustible que mueve la maquinaria del mundo onírico. Las experiencias del día o preocupaciones son también incluidas en nuestras escapadas nocturnas a los mundos incontrolables de nuestro id. No deja de sorprenderme lo reales que pueden en ocasiones parecer estos sueños y quien no se ha encontrado en la situación de estar en medio de un ensueño placentero para despertar sin quererlo y desilusionado darse cuenta que no era más que eso: Un sueño.
Impulsores de los hombres, el mundo que abre sus puertas a nuestras mentes cuando nos recostamos a descansar ha sido sujeto de la curiosidad del ser humano y sus civilizaciones por eras. Cada uno adaptado a su entorno y su realidad en el espacio que le toca ocupar, esos otros mundos reflejan, como pedazos de un espejo roto esparcidos por el suelo, diferentes partes de nosotros mismos, como desearíamos ser, como somos, que nos preocupa, que nos motiva, nuestras secretas intenciones. Tan particulares como nuestra alma, cada noche representa un viaje hacia nuestro interior.
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