La mina es siempre muy oscura, no me gusta. Hay demasiado polvo y mis ojos en estos años no logran adaptarse a la oscuridad de la misma forma que mis hermanos lo han conseguido. La comida de gruñón es siempre un asco y no entiende que los pimientos amarillos me irritan el estómago. Doc es un pesado que se cree que lo sabe todo por ser el mayor y me tiene aquí trabajando porque según su forma de pensar esto me hará crecer y ser igual que ellos y me convertirá en todo un enano del bosque de provecho. ¿Y luego que? No entiendo porque trabajamos en una mina que es nuestra desde hace tanto tiempo la cual nos da suficientes ingresos económicos y no compramos una casa más grande ¿Para qué carajos queremos tanto oro y piedras preciosas guardados? ¡No tenemos descendencia! No hay hijos ni esposas a quien dejar todo esto. Si somos los últimos de nuestra especie en este bosque, al menos deberíamos extinguirnos con estilo y no ocultos de la luz del sol cavando para extraer mucho más de lo que nos podríamos gastar si viviéramos mil años. Hay días que estoy dispuesto a romper mis silencio y hablar de una vez por todas para hacerles saber a estos una o dos verdades sobre como vivir bien y de paso dejen de pensar que nací mudo y orejón. A veces pienso que soy adoptado.
¡Gracias a Dios! El idiota de Gruñón de nuevo se ha vuelto a golpear su pulgar con el pico y Doc se ha dado cuenta que es hora de irnos. Esta es la parte del día que más disfruto: Salir de este hoyo inmundo y regresar a la cabaña a beber algo de cerveza de malta en la parte trasera de la casa donde nadie puede molestarme por unos minutos. Paz. Paz finalmente. Me da tanto gusto que de regreso brinco de júbilo, aunque mis hermanos piensan que sigo el ritmo de su monótona cancioncita de camino al hogar.
Si tan sólo se dieran cuenta que podríamos hacer más cosas, salir de este lugar, buscar a más de los nuestros. Estoy seguro que más allá del bosque debe haber más como nosotros. Ellos piensan que la malvada reina exterminó a nuestra gente cuando aun éramos unos bebes. Yo lo dudo, sino ¿Cómo es posible que hayamos sobrevivido todo ese tiempo? Yo no recuerdo bien las cosas, soy el menor y en mis primeros recuerdos, siempre Doc ha cuidado de nosotros. Pobre Doc, hay días que me da pena, ha hecho tanto por nosotros y le retribuimos con tan poco, a él parece no importarle, pero yo estoy seguro que le agradaría que le tratásemos mejor o al menos que cuestionásemos menos sus decisiones. Al fin y al cabo, si no es por él quien sabe como estaríamos.
¡Ah! La casa, ya la veo… Hay algo extraño, cuando nos fuimos, estoy seguro que apagamos todos los quinqués ¿Por qué están las luces encendidas? A medida que nos aproximamos a nuestra cabaña, noto en mis hermanos la misma ansiedad y preocupación que siento yo. La puerta está cerrada, pero las ventanas están todas abiertas de par en par. Y ¿Qué es eso que cuelga en el balcón superior? ¿Un tapete? Doc nos pide que nos quedemos quietos, que primero entrará él. Sólo Gruñón le discute la idea, pero de manera reticente obedece y se queda con el resto de nosotros. Doc cruza el umbral de la puerta y escuchamos un fuerte sonido de asombro. Temiendo lo peor y sin pensarlo entramos todos súbitamente a la casa. Es increíble lo que nuestros ojos miran: Todo en ese lugar brilla de lo limpio que está. Los cojines de los sofás están ordenados, no hay polvo ni basura tirada en el suelo, el cual muestra su verdadero color debajo de la gruesa capa de mugre y tierra que habitualmente lo cubre. Los trastes en la cocina están destellantes y no hay desperdicios sobre la estufa. En su lugar una gran olla con algo parecido a un estofado de colores graciosos pero de olor delicioso burbujea sin parar cosquilleando nuestras narices, y aun lado, en la ventana, varios panes recién hechos y un pastel de manzanas y canela que se enfrían de manera tentadora. No damos crédito a lo que ahí ocurre; jamás, en el más salvaje y loco de nuestros sueños, se nos hubiera ocurrido limpiar aquella cocina.
Ya la conmoción de nuestro arribo pasa y envuelto entre aquellos deliciosos olores, al igual que mis hermanos, me pregunto ¿Quién haría semejante labor? ¿Y porqué? Mis seis hermanos no pueden ocultar su nerviosismo, creo que tratan de evitar que yo me de cuenta que están preocupados. Alcanzo a escuchar un ruido en la parte superior. Muy ligero, en la recámara. Todos volteamos a vernos y como si alguien hubiera disparado una pistola indicando el inicio de la carrera salimos velozmente a las escaleras y subimos apurados a la segunda planta donde está nuestra recamara comunal. ¡Una chica! Acostada en tres de nuestras camas ¡Hay una chica preciosa! Creo que debo estar soñando, que alguien me pellizque porque esto no puede ser verdad. Primero la casa limpia, luego la comida hecho y ahora una mujer encantadora acostada en tres de nuestras camas.
Puedo ver en el rostro de los demás la misma sorpresa que el mío seguramente también refleja. La mujer en cuestión se mueve, tratando de acomodarse en aquella improvisada cama, que a simple vista le resulta incomoda. Todos nos quedamos quietos, callados, yo no se que hacer y empiezo a golpear las yemas de los dedos de mis manos, el tic nervioso que me ataca cuando me enfrento a una situación de inseguridad. La mujer se mueve de nuevo, ahora su rostro está a centímetros del nuestro. Me aproximo, igual que mis hermanos, a verla más de cerca, más detalladamente. Su belleza es excepcional, nunca en mi vida había visto una mujer tan bella en persona. Es tan alta que necesitó tres de nuestras camas para poder acomodar su cuerpo entero, su piel es tan blanca y limpia que parece la nieve que cae en el invierno, sus labios resplandecen con destellos de rubíes de intenso color rojo y su cabello brillante es tan negro como una cueva o el firmamento del cielo sin estrellas del verano. Todo en ella es delicado y armonioso. Mi nariz esta pegada al colchón, muy cerca de los dedos de su mano izquierda. Perdido en mis ensoñaciones, no me doy cuenta que lanzo un suspiro. Ella mueve sus dedos lejos de mi nariz muy despacio y yo asustado me retiro. Ella abre los ojos lentamente. Se incorpora y con movimientos felinos estira sus brazos largos y esbeltos despertando del sueño en el que estaba sumida cuando la encontramos.
Yo no se que hacer, pero ella parece tener todo bajo control. No se asusta cuando nos ve y nos saluda de manera alegre y amable. De pronto me siento mucho más tranquilo. No sólo es bella, es también simpática. ¿Cómo dice que se llama? Entre el alboroto de todos no escucho bien lo que dice. ¿Blanca nieves dijo? Creo que si. Que más da, ya tendré tiempo de platicar con ella. ¡Vaya! Que mejor motivo para hablar que este. Ahora todos se presentan. Se van a llevar la sorpresa de su vida cuando se den cuenta que todo este tiempo he podido hablar. Aquí viene mi oportunidad. ¡¿Qué está haciendo Doc?! ¡¿Por qué le dice que yo no hablo?! ¿Quién le da el derecho de meterse de esa manera en mi vida? Creo que será mejor esperar a que estemos a solas para platicar con calma ella y yo solamente. Mantendré las cosas así.
Ya está Doc hablando en su papel de gran líder autoproclamado. Al menos su propuesta es buena: Que se quede para que nos lave, nos planche, nos haga comida y mantenga la casa limpia. ¿Todo a cambio de lo que ella quiera? Bueno, al menos algo de provecho vamos a sacar de todo el oro que hemos sacado hasta ahorita. Buena manera de invertirlo, hasta que a Doc se le ocurre algo con sentido y de beneficio para todos. Yo por lo pronto le voy a pedir que haga más estofado como el que tiene en el fuego. Parece que a ella le agradó la idea de trabajar para nosotros en la casa como nuestra criada. Es bella y simpática, pero por lo visto no es muy inteligente, habrá que ver cuanto nos cobrará por sus servicios; pero pensándolo bien, que más da, lo que nos sobra es oro. Deberemos estar alerta de asegurarnos que no encuentre la entrada a la bóveda secreta.
Ya están Feliz y Estornudo sacando los instrumentos musicales, si la comida está como huele, yo bailo lo que quieran. Tengo que encontrar mi acordeón ¿Dónde lo puse la última vez? Estaba seguro que estaba detrás del sofá gris, pero como la mujer ha movido todo, no tengo la menor idea donde pudo haberlo dejado. ¿Por qué decidí hacerme el interesante y no hablarles? Ni modo, me aguantó. A buscar ese acordeón. Voy a hacer mi entrada tarde porque ya empezaron a tocar. Todo está bien: Hay música, comida, casa limpia. Debería estar todo en orden pero ¿Qué diablos hacen todos estos animales en las ventanas de la casa? En lugar del acordeón iré por mi escopeta. La cacería va ser buena esta tarde.
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