Hay una teoría que establece que si alguien descubre exactamente qué es el Universo y para qué está aquí, este desaparecerá instantáneamente y será remplazado por algo aun más bizarro e inexplicable.
Hay otra teoría que dice que eso ya pasó.
Lo anterior está escrito en la novela “Guía para el viajero intergaláctico” donde se supone que una raza de seres super-inteligentes y pandimensionales (es decir que están en muchas dimensiones al mismo tiempo) demandan saber de la supercomputadora “Pensamiento Profundo” la respuesta de la pregunta última de la vida, el universo y todo. Despues de la friolera de 7.5 millones de años, la supercomputadora llegó a la conclusión que la respuesta de la pregunta última de la vida, el universo y todo era nada más y nada menos que 42. Ahora bien ¿Cuál era esa pregunta? La supercomputadora les dijo que no podía dar las dos respuestas al mismo tiempo, que su capacidad de procesamiento se excedía, pero si la deseaban saber, podría ayudarles a construir una gran supercomputadora que sí pudiera darles la pregunta para la respuesta, y de esa forma habrían descifrado el sentido de la vida, el universo y…todo. La super-supercomputadora, en el libro, era la tierra, y los seres super-inteligentes (los cuales tardarían otros 10 millones de años en completar su misión) estarían vigilándonos en la forma de ratoncitos blancos de laboratorio. Resulta que cuando estaban a punto de terminar y conocer la “Pregunta Última”, a otra raza mucho menos inteligente se le ocurre destruir la tierra para construir el viaducto de la autopista intergaláctica para el comercio espacial. Nunca conocerían la pregunta cuya respuesta es 42 y que encierra el significado de (va de nuevo) la vida, el universo y todo.
No pienso ponerme aquí a discernir un asunto tan complejo como el significado de la vida. Aun sigo tratando de darle significado a la mía como para atacar los problemas existenciales de la humanidad entera. Ya bastantes personas han intentado darle una respuesta, de casi cualquier ángulo posible e imaginable.
Hoy al toparme con las líneas que abren este artículo, la pregunta se asomó de nuevo en mi cabeza. La respuesta sigue en proceso de formarse, espero estar vivo aun para conocerla. En lo que eso sucede, tengo sólo respuestas a medias sobre lo que podría ser. Sin embargo, de manera diaria intento darle un sentido, un motivo, una razón. Aunque hay días que se van, como los granos del reloj de arena, y no regresarán jamás, hay otros que son aprovechados. Donde uno hace algo y te das cuenta que debes hacer más, mucho más, que abrir los ojos y respirar durante todo el día. Estoy convencido que no somos solamente una maquinita de hacer dióxido de carbono.
Ser feliz, amar, saber más, conocer a Dios, estar mejor, hacer el bien, ser justos, son todas actividades que requieren la participación activa de la persona. De una forma u otra. No alcanzamos ninguna meta viviendo en la contemplación y recordando el pasado. Son las experiencias nuevas las que nos dan la vital energía que se requiere para llegar al final del viaje de manera plena.
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