Es incontable el número de canciones escritas al amor, a su estadía o su ausencia y a las tantas emociones que despierta con sus visitas o sus desdenes. El gozo y júbilo que su presencia provoca en nuestros corazones opaca las desafortunadas vicisitudes que pudiésemos estar enfrentando en un momento determinado. Nos toma con manos protectoras y al darnos de beber sus elixires maravillosos, nos embriaga y eleva desde el fondo del mar hasta las estrellas en el firmamento.
Cuando se marcha, sin embargo, el escenario es totalmente diferente. Los colores cálidos y brillantes se convierten en sombras opacas, las almas emocionadas se transforman en corazones vagabundos divagantes en yermos territorios hostiles donde la esperanza se marchita bajo el andar de unos pies cansados.
Los sentimientos de añoranza de manera abrupta se libran del yugo que les ciñe y saltan hacia una libertad ficticia y junto con la nostalgia se convierten en la línea de vida de una persona abatida, que con las pocas fuerzas restantes se aferra del amor que queda y evita que se muera del todo.
Que difícil es describir todo lo que uno siente en momentos así. Las palabras suelen no ser las adecuadas cuando intentamos describir lo que ocurre en nuestro interior, no alcanzan a explicar todas las cargas que llevamos a cuestas; pero los portugueses tienen una palabra que describe este estado emocional: Saudade. Es una palabra difícil de traducir. Muy difícil.
Mi primer encuentro con saudade fue en una canción de Cesária Évora, la cantante de morna africana de las islas de Cabo Verde que cautivó mi corazón al sabor del whiskey y el humo de los cigarrillos hace tiempo. Sus canciones están llenas de saudade; San Vicente en la distancia, tiempo y silencio, Café Atlántico, sabor de durazno, son todos títulos de canciones de la diva de los pies descalzos, como la llaman sus seguidores.
En cada nota de morna, el género musical nativo de las islas de Cabo Verde, se transmite la historia de una pueblo marginado, estoico, que de cara al futuro soporta los azotes del hombre blanco y la naturaleza agreste, y que en medio de todo, busca la felicidad en la plaza de un parque en medio de Mindelo, la ciudad en la que Cesária vio al mundo por primera vez, donde sus pasos iniciaron el largo camino que ha recorrido de la mano de la morna y la saudade.
La saudade, ese profundo sentimiento de melancolía que surge del recuerdo de una alegría ausente. Mezcla de amor, pérdida, soledad, vacío y necesidad. Esencia de la vida, la tristeza, la alegría, el pasado, el presente y el futuro, todo en un mismo momento.
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