sábado, 26 de febrero de 2011

Lloviendo

¿Qué hay con el agua que cae del cielo en forma de lluvia que nos afecta tanto? ¿Son los inconvenientes que ocasiona? ¿El tráfico? ¿Las incomodidades que implica el mojarse cuando no está planeado? ¿El caer en el bache de la calle oculto por los charcos y esa sensación de furia e impotencia al no poder hacer nada para evitar caer en el siguiente? ¿Todas las anteriores? De cualquier forma y cualquiera que sea la respuesta, la lluvia trae lo bueno y lo malo a nuestras vidas. Trae consigo cambio. Renovación. Decimos que después de la tempestad viene la calma para referirnos a esos periodos de paz y reconciliación que vienen detrás de los grandes conflictos.

De importancia vital para nosotros, pues es la húmeda gota del cielo la que da de beber a los sembradíos que sedientos aguardan por ella y nos regalan con los frutos que nos alimentan. Nuestros antepasados aztecas construyeron templos dedicados a Tlaloc, el Dios del agua. Incluso nuevas investigaciones apuntan a que la pirámide del sol en Teotihuacan en realidad está construida en honor a Tlaloc, es decir, al agua como dadora de vida.

A mi la lluvia me gusta, me gusta estar así como ahora que estoy hecho un ovillo mientras escribo, cálidamente envuelto en una ligera frazada, escuchando el relajante ruido blanco que provocan las gotas al estrellarse con el suelo, solo para iniciar su cíclico andar en la preparación de lo que será su ascenso próximo a formar las nubes del cielo.

lunes, 21 de febrero de 2011

Cacería

Las huellas en la nieve repentinamente desaparecieron. Los cazadores 
desconcertados, con los rifles en mano, buscaban por todas partes 
inútilmente. No había señales que aquel animal desconocido se encontrara 
por ninguna parte cercana, era como si se hubiera esfumado; no le miraban 
por tierra, ni por aire, no había árboles cercanos ni rocas donde pudiera 
esconderse en un intento de perderlos. Sólo estaban ellos seis, el rastro 
de huellas cortado y el inmenso paraje abierto cubierto de nieve en los 
bosques de Canadá. 
Después de estar unos momentos sumidos en la confusión y el desconcierto. 
Bajaron sus armas y mientras unos las acomodaban bajos sus brazos y otros 
se acomodaban los anteojos protectores, realmente necesarios debido a lo 
intenso del brillo de la nieve, uno se alejo un poco del grupo; inclinó la 
cabeza, como queriendo no perder el débil rastro que apenas percibía. Se 
descubrió una oreja y ladeo todo el cuerpo, reclinándose en dirección de 
aquel llano blanquecino.
– Shhhh – Dijo – Bajen la voz, ¿Alcanzan a oír eso? 
Los otros cinco dejaron de ajustar sus accesorios para voltear hacia donde 
estaba el cazador, que ahora ya estaba hincado en una pierna en la nieve, 
preparando cuidadosamente su rifle. Guiados por la costumbre y el instinto 
los otros, sin percibir aun nada extraño, le imitaron y rápidamente ya 
estaban los seis en posición de ataque tirados en la nieve.
Fue cuando escucharon el bramido. El primero les tomó por sorpresa pues 
esperaban algo parecido a un murmullo. Sin embargo, un estrepitoso y 
grave resoplido le hizo vibrar el cuerpo entero. Pudieron sentirlo en sus 
pechos, como una potente bocina en un concierto de Rock pesado. Llevaban 
ya un par de horas persiguiendo el rastro de aquella criatura, y aunque al 
principio pensaban que se trataba de algún zorro o lobo, las huellas 
fueron modificándose y a la vez que se hacía más claras, también parecían 
deformarse hasta parecer solamente un trío de círculos bien definidos 
cada uno del tamaño de un plato de ensalada. Nada que en toda su vida y 
experimentada carrera de cazadores hubieran visto, ni uno sólo de ellos. 
El ruido del animal también les era desconocido, era como el rugido de un 
león y el grito de un ave. No podían imaginar el aspecto de la bestia que 
provocaba tal ruido y empezaban a sentir, dentro de sí, temor por lo 
desconocido y excitación por encontrar algo nuevo.
Los bramidos del animal cesaron. El silencio tomo el lugar entero y no se 
escuchaba absolutamente nada. Sin voltear a verse, los cazadores fueron 
levantándose lentamente del suelo, esperando ver algo al elevar el nivel 
de sus ojos, pero nada, no había nada ahí enfrente. Seguía la alfombra de 
nieve blanca cubriéndolo todo. Después de un par de minutos de permanecer 
quietos, a la expectativa. Decidió uno levantarse, inmediatamente le 
siguió un segundo y cuando cuatro estuvieron de pie, sucedió el primer 
encuentro. La nieve alrededor de ellos empezó a vibrar, como granos de 
arena en el cuero de un tambor, y a medida que vibraba se aglomeraba de 
manera amorfa. Más y más copos de nieve se aceleraban y llegaban a la 
peculiar reunión, esquivando a los cazadores y envolviéndolos en ocasiones 
como si de una tormenta de arena se tratase, pero con voluntad propia; 
todo mundo estaba quieto, volteando rápidamente de un lado a otro, 
mientras tanto la formación empezaba a tomar una figura cada vez más 
definida. Una crisálida en forma de haba gigante, con tentáculos 
envolviéndola se formó. Del color de la nieve que la formó, era como si 
hubieran hecho un gran y deforme hombre de nieve. No había sonidos 
saliendo de ella. Estaba ahí, simplemente formada, sin moverse, estática. 
Los cazadores vieron el sol de mediodía en el horizonte, y se sintieron 
aliviados porque la noche estaba muy lejana. Miraban incrédulos el capullo 
recién formado y se acercan para inspeccionarlo. Uno incluso se atrevió a 
tocarlo, y para su sorpresa lo encontró duro como hielo. Discutieron un 
momento sobre las posibilidades de lo que había ocurrido, pero no llegaban 
a ninguna conclusión satisfactoria, pensaban en las causas naturales que 
podría haber favorecido esta formación escarchada que se encontraba en 
medio de ellos. Nunca supieron cuando reinició la actividad, vieron el 
resplandor verde y naranja dentro de la crisálida escarchada y como esta 
comenzó a derretirse casi tan rápido como se formó. Y cuando la superficie 
se hizo delgada, vieron a través del hielo translucido tres ojos 
reptiloides que parpadearon rápidamente, y debajo de estos ojos, unas 
grandes fauces, que se entreabrieron para decir en perfecto inglés lo 
último que los cazadores escucharon: Comida.


miércoles, 16 de febrero de 2011

En el Estanque

 

Esa noche en particular el cielo estaba despejado, algo raro pues era temporada de lluvias y el aire soplaba ligero y húmedo, suficientemente fresco como para requerir portar una chaqueta como protección. A los grillos parecía no importarles tanto el clima, y animosamente entonaban sus llamados. Las hojas de los lirios cerca del estanque se frotaban entre si al inclinarse de un lado a otro, sus movimientos provocados por el aire dibujaban patrones que figuraban a un gigante caminando entre ellos, de anchos pies, que se abrían paso al avanzar. Entre este peculiar ensamble musical nocturno sobresalían los murmullos de los tres chicos sentados en un tronco cerca del agua, ubicado en un claro pequeño que hacía las veces de muelle para las improvisadas balsas de troncos en las que solían jugar imaginando que eran corsarios o bucaneros que gallardamente atravesaban el océano en busca de fortuna y aventuras en apartadas tierras exóticas.

Uno a un lado del otro, las tres pequeñas siluetas hablaban muy bajo, de manera pausada, casi sin voltearse a ver. Las voces eran difícilmente entendibles si no se estaba cerca. Uno de ellos frotó la piedra que sostenía en una de sus manos y de un movimiento ágil la lanzó al agua. – ¡Plop! – Hizo la piedra al hundirse sin rebotar en la superficie una sola vez.

– ¿Qué vamos a hacer ahora? – Preguntó el más pequeño – Y su voz parecía cortada, reprimiendo el sentimiento y las ganas de llorar.

– No sé… Tengo que pensar ­– Respondió el que acababa de lanzar la piedra y que estaba sentado al otro extremo del tronco.

Los tres se quedaron callados. El más pequeño no pudo más contenerse y empezó a llorar muy quedito.

– Sea, lo que sea que vayamos a hacer o decir – Dijo el tercer niño– lo único seguro es que estamos metidos en problemas.

Y al terminar de decir esto volteó al cielo y vio las estrellas como nunca las había visto, lamentó no haber apreciado aquello durante el corto tiempo que tenía de vida e imaginó, sólo por un breve instante, que salía volando hacía ellas para perderse en su inmensidad y su luz. Luego se agacho callado. El silencio volvió a reinar sobre los tres pequeños sentados en el tronco y la luz de la luna reflejándose en el estanque iluminó sus rostros angustiados, sus manos con las espadas de madera y en el suelo, a un costado del tronco, un oscuro charco de sangre y una mano infantil que yacía sin vida.

martes, 15 de febrero de 2011

Y bueno...

Parece que después de varios meses me doy el tiempo para agregar entradas nuevas a este proyectito personal. Entre el desarrollo de aplicaciones, la fotografía, los otros proyectos personales, las saliditas por aqu y por allá, me he tardado en actualizar este Blog que empecé (como muchas otras cosas) con tanta energía y se fué quedando más dilatado que de costumbre.

Lo que haré será decir muchas veces, pero muchas, que lo que he hecho es vivir mucho estos meses para crear contenido. Después de todo, la vida es eso: Ciclos.