sábado, 22 de agosto de 2009

La Torta de Dedalo

 

Los invito a ver mi nuevo cortometraje. Espero lo disfruten se llama “La Torta de Dedalo”

 

 

Saludos!

 

Uber

martes, 18 de agosto de 2009

Terminator 4: Salvation

 

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I’ll be BACK!

Como lo prometió Arnold, el governator, “Volveré”y lo hizo. Regresa la franquicia ochentera de Terminator, y aunque el pseudo-actor-gobernador no es la estrella de esta cinta, nos da una sorpresa con una aparición repentina con la imagen que todos recordamos de él hace ya muchos ayeres y de la cual no queda sino el recuerdo (que cada vez se hace más tenue).

Es Cristian Bale el bueno de la película. El famoso y bien ponderado John Connor. Y es el bueno en todos los sentidos de la palabra: Es el héroe y es el protagonista. El “medio-malo” por así decirlo es otro actor, del cual no recuero haber visto nada. En una muestra más de la tendencia actual en el cine, este actor (el medio-malo) sale de las series de televisión de USA y brinca a la pantalla grande. Y lo hace bien. Algo caricaturesco y unidimensional, ya que al conocer su historia, mientras la trama de la película avanza, ya nos podemos imaginar que va a pasar con él, y sobre todo, como va a terminar.

El look de la película es extraordinario. Ciudades destruidas por terminators gigantes y naves cazadoras automáticas, con lugares como el cuartel central que se alza con sus gloriosas salas llenas de alta tecnología en medio de la devastación. La paleta de colores transmite de manera clara la intención de hacernos sentir desesperados, lejanos, solos. La sobre exposición de la cinta nos hace recordar las secuencias de guerra de la película viejísima “Tres Reyes” donde de igual forma se busca crear una atmosfera tensa y psicológicamente perturbadora al presentar las imágenes de esta forma.

En una de las secuencias más originales que he visto recientemente, John Connor va conduciendo un helicóptero que cae al suelo por una detonación de un misil en su costado. La escena es continua y no parece romperse nunca, incluso cuando se estrella en el suelo, el punto de vista del espectador es siempre la de un ocupante a bordo de la nave.

El diseño de los nuevos (o viejos, depende del punto de vista) terminators es también bueno, sin llegar a ser extraordinario. Se supone que la línea va evolucionando, desde los T100 , que son como calaveras toscas, hasta llegar al modelo avanti-garde T2000, que en un alarde de sofisticación, no sólo parece y actúa como humano, sino que además es de metal líquido (ver Terminator 2: The Judgment Day).

La película es buena, con buenos efectos especiales, de trama ligera y no complicada, nada sorpresiva y poco original. Muy entretenida. Le doy 3 de 5 estrellas.

G.I. Joe A Real American Hero

 

GI JOE The Rise of Cobra movie poster

En repetidas ocasiones he mencionado que la década de los 80’s jugó un rol formador fundamental en mi vida. Soy el producto de todo aquello que se ve como memorabilia de antaño en las ediciones especiales de los programas de MTV, VH1 y demás. Fui testigo de primera mano de las modas estrafalarias, portador de los shorts de lycra para algo más que ir a montar bicicleta.

Como miembro selecto de la generación X, las caricaturas estuvieron presentes en mi niñez. Dentro de la lista inmensa puedo mencionar sin lugar a dudas que mis tardes, después de llegar de la escuela y comer, siempre estuvieron acompañadas de los soldados de G.I. Joe, las pasaban por el canal TBS (Turner Broadcasting System) y a mis 9 añitos no había cosas que deseara más que tener uno de los helicópteros ultra-high-tech del comandante Cobra o Destro; o el tanque de guerra HISS o el que fuera de los juguetes que estratégicamente anunciaban en los comerciales al mismo tiempo que la caricatura estaba siendo exhibida por televisión.

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Recientemente fui a ver la película al cine. Y tuve la misma sensación que con Transformers: Es una película muy mala, pero muy entretenida, con efectos especiales increíbles, tanto por los efectos como por lo que hacen. Es una cinta basada en una línea de juguetes que luego se convirtieron en caricatura para vender, en realidad no esperaba mucho del guión, y realmente no me importaba. Si lo que vería seria a Destro combatiendo lado a lado con la Baronesa tratando de partirle la cara a Duke y Scarlett, el costo del boleto ya se había recuperado.

Afortunadamente tuve razón en todo. La película está hecha para salir del cine y olvidarse de ella, claro, hasta la próxima vez que la vuelves a ver, ya que es de esas pelis que no te enfadan. Luego que compras los monitos la ves de nuevo y ahí estas tu dale que dale con el Snake Eyes edición super especial con espaditas que cortan de verdad, y repites la película para copiar los movimientos. En definitiva, una más a mi colección (porque ya salió Wolverine y ese es otro boleto).

¿Recomiendo la película? Sí. Sólo que no critiques nada. Limítate a aceptar las cosas como suceden y acuérdate cuando eras niño y veías las caricaturas en TV y jugabas con las naves y los monitos. Si no eres Gen-X, como yo, entonces te costará un poquito más aceptar las cosas que suceden. Olvídate de los muertos y esas cosas, en las caricaturas nunca se murió nadie.

 

 

 

martes, 11 de agosto de 2009

Infancia de Sal

 

No recuerdo claramente que día del mes era entonces, ni si hubo tacto para comunicarme la noticia o no. Lo que claramente recuerdo es que esa tarde yo tenía la convicción plena que dejaba esa casa para siempre. Era el año del 84. Yo apenas alcanzaba un poco más allá de la alacena para tomar los vasos, mi hermano Jafet medía lo mismo que mi hermana Lizet, que a su vez medía lo mismo que yo. Era verano, eso sí lo recuerdo claramente; llevaba puesto un conjuntito de shorts y camiseta a rayas de color rojo granate. Un rojo intenso que contrastaba con la palidez acaramelada de mis piernas de niño activo, llenas de costras y cicatrices de batallas luchadas, algunas pérdidas otras tantas ganadas. El calor era abrumador ese verano, a la menor provocación, por cualquier esfuerzo, por minimo que este fuera, el sudor resbalaba incesante de nuestras frentes y llenaba nuestros pequeños cuerpos hasta empapar la ropa. Fue pues, durante ese caluroso verano que mi mamá nos dijo que nos iríamos a vivir a Guerrero Negro con el Abuelo. Que estaba enfermito y que necesitaba muchos besos nuestros para que se curara. Ahora que lo recuerdo me sorprendo de lo increíblemente ingenuo que puede llegar a ser un niño. Yo creí todas y cada una de aquellas palabras. Todas. Y lo primero que pasó fue que a nuestra llegada el Abuelo estaba más fuerte que un roble y mi mamá se peleó con el apenas puso un pie fuera del taxi que nos llevaba de la Terminal a la casa. Nada resultó ser cierto, no al menos de la manera que nos quisieron hacer creer.

Pues bien, recuerdo el calor de 1984 como si fuera apenas ayer o unos minutos. Recuerdo la devastadora noticia y como lo tomé. Con la importancia que mis nueve años eran capaz de dar. Con la importancia que un suceso que de manera consciente se reconoce como cambiador del destino llega y toca la puerta de mi vida sin yo invitarle o estarle esperando. El recuerdo esta latente en mi memoria. Subí en algún momento del día y me despedí de mis rincones favoritos, de las paredes, de las puertas. Me despedí de aquel ropero grande y viejo que sirvió de refugio en tantas ocasiones y cuya oscuridad fue cómplice de tantas fantasias irrealizadas. Dije Adiós a todos y cada uno de los bloques que construían mi hogar. A lo que mis ojos se habían acostumbrado ya a ver, como si de la oscuridad de una noche muy negra se tratase. Dije Adiós y di media vuelta y salí de ahí para siempre. El niño jamás volvió. Regreso un adolescente tiempo después, pero el niño aquel de los rubios mechones de cabello jamás llegó de nuevo a tocar sus puertas, a divagar en el armario de madera aun más viejo que de costumbre, de aspecto más pequeño que entre sus olores escondía aun las viejas travesías a mundos de fantasías interminables que años atrás ofrecieron las puertas de escape a tantas vicisitudes presentadas por la vida.

Cuando rocé con las yemas de los dedos, en lo que en ese entonces pensaba yo era la última vez que lo hacía, las paredes de mi casa, la atención se centraba en la textura irregular del cemento, su falsa suavidad provocada por varias capas de pintura de aceite medio mal aplicada meses atrás por la experta de mi madre en esos menesteres de reparaciones domésticas que ni terminan y uno no sabe si realmente empezaron. Cada orificio, cada bulto, se presentaba ante mis dedos como nuevo, como algo exótico, pretendía grabarme mis recuerdos en los dedos y pensaba que esas paredes los contenían.

El viaje a Guerrero Negro habría de quedar impreso en mi memoria gracias a la tragedia. Una vaca perdió la vida, el autobús en el que viajabamos la atropelló. Fue bastante aparatoso y después de los gritos de conmoción y espanto, el chofer triunfal anunció para nuestro supuesto beneplácito que no sería necesario transbordar de unidad, que aquel animal sólo había abollado parte de la defensa y que a pesar que no le servía una luz alta podríamos llegar sanos y salvos (aunque realmente ya nadie le creía) a nuestros destinos finales. Dicho lo anterior, el feliz chofer, sintiendo el pecho hinchado por el orgullo de haber resultado héroe de la situación (aunque me pregunto y no lo recuerdo, si alguien le habrá cuestionado en primer lugar porque se sentía así si el fue el responsable de tan deleznable incidente) prosiguió el trayecto. Claro que como en casi todo, las reacciones secundarias estaban escritas en letra chiquita y casi ilegible, en este nuestro inexistente contrato de viaje, ya que resultó que debido al aparatoso atropellamiento vacuno, el autobús dejaba una estela de apestosa muerte a lo largo y ancho de la carretera. Era insoportable el olorcito a vaca destazada. Como una concentración de vacas y sangre inaguantable. Que, para nuestra fortuna, no tuvimos que soportar demasiado, ya que faltaban solo un par de horas para llegar a Guerrero Negro.

Era muy temprano por la mañana y no hacía calor. Parecía que no solo hubiésemos viajado en la distancia, sino también en el tiempo. El lugar se miraba desolado, no había grandes casas ni edificios. Las calles estaban cubiertas, en vez de asfalto, de una mezcla extraña e iridiscente de color café claro o gris blancuzco. Los años me enseñarían que se llamaba salitre. El cielo parecía ocupar gran parte de lo que mis ojos alcanzaban a ver. La tierra se extendía de manera impresionante hasta perderse en el cielo azul, medio nublado y medio frío de aquella mañana, mi primer mañana en el pueblo. Yo con nueve años encima. Con un futuro que me sabía a incertidumbre. Estaba parado a un lado de la carretera y fue cuando conocí su viento que de manera perseverante sopla sin descanso día y noche, cerré los ojos y me despedí de mi vida como la conocía hasta ese momento. Aspiré profundamente para llenar mis pulmones del nuevo aire que me rodeaba, sentí su húmeda caricia en mis mejillas y regresé a donde estaba mamá. Subimos el equipaje a un taxi y le escuché decir con algo de inseguridad –Vamos a darle una sorpresa a tu abuelo.

Cerré la puerta del auto. Y avanzaron ante mis ojos los mismos colores todo el tiempo en aquel corto trayecto. Con tan sólo nueve años encima, supe entonces, que ya nada sería igual para mí.

jueves, 6 de agosto de 2009

El verano llegó

 

Finalmente el calor está aquí. Ya es Agosto, el mes de mi cumpleaños, y como todos los años, es cuando el calorcito rico y agradable se siente por todos lados. Pasaré un cumpleaños más sudando la gota gorda, porque a diferencia de las ciudades donde el calor es mucho más fuerte y dura mucho más (sí, Mexicali, no te hagas que te estoy hablando a ti) en Tijuana el aire acondicionado en las casas no es un verdadera necesidad, la puedes más o menos llevar bien sin el dichoso aparato. Si tu incomodidad es grande y tu casa no está preparada para un equipo de gran tonelaje que te deje tu casa como iglú de esquimal, entonces puedes optar por el bien ponderado “mini-split” que se pone en la ventana. Pero basta de conversaciones sobre instalaciones domésticas, regresemos al calorcito del verano que se siente hoy y que sentimos el fin de semana pasado.

Finalmente mi primer baño en el mar fue precisamente la semana pasada, en la playa de campamentos “Alisitos” el clima fue más o menos benigno, con cielos nublados que cedía pasó al sol al pasar del medio día. El agua del mar estuvo deliciosa el domingo, y lo digo por supuesto en el sentido figurado de la expresión, porque lo que es el sabor, sabor, seguía siendo bastante salado para mi gusto. La temperatura y el oleaje se antojaban para no salir nunca de ahí y convertirse en ciudadano permanente de Pacifica, nombre ficticio que me acabo de inventar de alguna isla perdida muy al estilo de la Atlántida que las leyendas cuentan estuvo en el otro Océano, el hermano menor del Océano Pacífico.

Pero el relajamiento y esos días de descanso nunca son para siempre y el domingo se terminó rápidamente por la tarde, cuando con casas de campaña, rostros cansados, cuerpos con quemaduras de sol y unas ganas inmensas de comer nieve de cerezas negras, nos regresamos todos a Tijuana. ¿Siguiente parada? Campamento en la sierra de Baja el siguiente fin de semana.