El año nuevo ha comenzado. De manera oficial con bombo, platillo, fuegos artificiales, comida, bebida, rituales y todo lo que uno pueda imaginarse para de manera explicita y clara marcar un antes y un después al inicio del 2010; bueno, en realidad eso lo hacemos al inicio de cada año. Nos disponemos a escribir, aunque sea de manera mental, los propósitos para este año. Revisaremos cuales no cumplimos de la lista pasada y replantearemos nuestro curso, en el mexicanísimo ciclo de: Plantear, medio intentar, no cumplir.
No pondré aquí mi lista de propósitos porque es algo que considero no es de interés del público en general. Me resulta difícil imaginar a alguien desconocido para mi sumido en la oscura infelicidad durante todo el año porque no se enteró si mi propósito para este año era aprender a bailar salsa o hacerme ovo-lacto-vegetariano. Puedo mencionar sin embargo que los típicos propósitos de hacer dieta, aprender inglés, dejar de fumar y parecidos nunca los incluyo en mi lista.
¿Por qué hacemos propósitos cada año? O replanteando la pregunta ¿Por qué la gente que hace propósitos los hace? ¿Cuál es el motivo que nos lleva a hacerlo? Dejaré las respuestas a estas preguntas sin resolver para después, otro momento. Ahora, me dispongo a hacer de este recién inaugurado 2010 un año mejor para mí.
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